martes, junio 14, 2005

Escucha, pequeño hombrecito

¿Quién habla en mi lugar? Como un fantasma merodeo un cuerpo que actúa. ¿Soy yo quien acaba de decir eso? Ni siquiera lo decidí. Se suponía que yo tendría el libre albedrío para hacer o dejar de hacer. La mecánica me lleva siempre unos pasos de ventaja. ¿En qué momento se fueron encadenando mis supuestas decisiones para que me pueda sentir orgulloso de lo que he conseguido? ¿Es que en realidad puedo sentirme orgulloso de mi o avergonzado en los casos en que las cosas no funcionan? Yo creería que habría que estar al mando de la situación para poder atribuirse los méritos, lo cual no siento que sea el caso cada que ese cuerpo (¿mío?) habla, calla, camina, escribe. Como si yo fuera un simple testigo de lo que este cuerpo, que al parecer ocupa el mismo espacio físico que yo, o por lo menos uno muy cercano. Siempre tengo la impresión de estar por ahí, muy cerca, a veces un poco arriba, a veces sólo a un lado, viendo hacia la ventana distraido, mientras él sigue haciendo y deshaciendo, comprando y ligando, lee que lee, buscando no se que tanto en internet; a veces me aburre y ni le pongo atención: lo dejo hablando con desconocidas o mirando gente y yo me pongo a pensar en asuntos más interesantes. De pronto parece como si me fuera a escuchar y le doy consejos como se dan consejos a un buen amigo. De vez en cuando parece como si realmente entendiera lo que le pienso; por lo menos se retuerce de une forma más o menos creible. Por ejemplo, después de muchos "ya levántate" puede que se empiece a preocupar por esa murmullo que lo atormenta y se acerca al reloj para ver que ni siquiera son las ocho y se vuelve a acostar. Me resigno a mi ineficiencia y lo dejo en paz una hora más antes de volver a susurrarle al oido que el día se le va a escapar entre los dedos si sigue disfrutando de la frescura de su edredón. A mi qué me importan los edredones o las mujeres o internet. Yo quiero ver cosas nuevas todo el tiempo. Ahí es donde me puedo volver muy persuasivo y lo hago salirse de su oficina prometiéndole alguna aventura pasajera a la vuelta de la esquina. Cuando tiene una página de google en blanco frente a sus ojos repito como un demente "viajes baratos a lugares extremos" y con un poco de suerte lo distraigo de sus matemáticas o de sus cuentas de dinero o de sus correos electrónicos fastidiosos y termina buscándose un boleto de tren con un buen descuento. En realidad es como ir en un caballo medio torpe que ya conoce casi todo el trayecto jornalero y con un buen puntapié en el momento adecuado lo puedo sacar de rumbo y crear un poco de diversión. En el fondo no siempre tengo ganas de distraerlo; parece una maquinita, todo el tiempo trantando de ganarle tiempo al tiempo. Miles de gestos estudiados, hábito tras hábito. Saca tu libro, pon la música en tus oidos, sonríe a tu colega un poco mejor que ayer, revisa tus correos, toma el teléfono y di lo que tienes que decir, escribe un poco más para que vean que no has perdido interés en tu trabajo, escoge una película y reserva, ve y compra más ropa, más equipo deportivo, pero corriendo porque ya te tomaste dos horas para comer, regresa a hacer como que respetas un horario, graba algo en tu cámara y córtalo en mil pedazos hasta que sientas que le robaste un momento a la eternidad y lo encerraste en 200 megabytes de tu disco duro. Crea listas de lectura de tu música para cada ocasión, tu creas tus momentos, ninguno se parece al anterior. Ja ! vive tu ilusión de tener una vida diferente. diferente a la que tienen los demás, diferente a la que tuviste ayer, diferente a la que esperan que tengas, diferente a la que tu mismo sabes que ibas a acabar por tener. ¿No resultó? No te preocupes, todavía te quedan unos años para seguir intentándolo, trata con otra mujer, con otro deporte, con otro tema de investigación, múdate de casa, cambia de estilo, sonríe menos, habla más grave, habla menos! Observa la boca de la gente, no, los ojos, no, las manos. Deja de verte en el espejo, ese no eres tu, ese es el que crees que ven los demás. Los demás ven a un tipo que tu ni siquiera puedes imaginar. Aunque pudieras imaginar como te ven, de nada sirve, no se acerca siquiera a lo que tu podrías ver si te vieras, de un poco más lejos. Pasamos demasiado tiempo tan cerca, me debería ir de vacaciones sólo para ver que haces sin mi. De seguro ni me extrañarías, sólo me haces darte consejos para poner todo en duda. Como si fueras más inteligente que yo, cómo si vieras cosas que yo no veo. En realidad espero que sí veas cosas que yo no veo porque me ha dado flojera últimamente ocuparme de tus asuntos, no me quieras cargar con la responsabilidad de lo que se te pueda resbalar. Eso de cargarle las cosas a la conciencia suena fácil. ¿Yo qué? A mi me tienes como testigo pero en realidad tengo tan poco que ganar o que perder que más vale que me empieces a ignorar y te orientes tu sólo. Yo no soy tan amigo de ese cuerpo que se mueve sin parar como si supiera a donde va. Creo que necesitamos darnos un poco de espacio. Ocúpate de tus placeres llenos de olores, texturas, sensaciones, sabores, esfuerzos musculares. Yo me tomo un período sabático para reflexionar sobre lo que podremos hacer juntos a mediado plazo, cuando empieces a servir de algo a parte de sentir que tus días están obsesivamente atascados de actividades interesantes. Creo que mis intereses van mucho más allá de los tuyos. Espero que te aburras y que te empieces a interesar en el gran personaje en el que te quiero convertir. Deja de correr y escucha correctamente por primera vez.