martes, agosto 21, 2007

Osa mayor

Ser científico social implica una relación intelectual y afectiva con la humanidad misma que se podría comparar a la expedición de un biólogo a un bosque canadiense para tratar de entender el comportamiento de una gran osa enferma.

La curiosidad e implicación del observador están limitados puesto que un mínimo de distancia y de discreción ha de ser respetado. Raras son las ocasiones en que la gran osa, aún sabiendose enferma, acepta o está dispuesta a ser ayudada. En el resto de los casos, cualquier intento de intervención suele ser repelido de forma instintiva.

En un momento de mal humor de la osa (una dictatura), el biólogo sabe que por su propio bien la distancia debe ser aumentada o el proyecto de investigación no podrá ser concluído. Una enfermedad grave (conflicto bélico regional) dificulta la toma de muestras y la asistencia médica; el científico debe esperar a que la situación se enfríe antes de hacer un diagnósis más completo que permita sugerir un tratamiento. Incluso durante un accidente repentino (catástrofe natural) la poca información disponible no facilita el entendimiento del proceso de recuperación.

El sociólogo, historiador, politólogo, economista o filósofo se contentarán en la mayoría de los casos con admirar los movimientos, sonreir cuando son armoniosos y angustiarse ante los aullidos de dolor que la osa pueda emitir. En algunas ocasiones la discreción del biólogo se rompe por razones de fuerza mayor, como cuando la osa, medio dormida, camina torpemente al borde de un precipicio. El científico grita con energía para hacerla reaccionar. Al final no estará seguro si su intervención hizo alguna diferencia, pero sabe que el amor y el respeto que siente por la osa lo obligan a temer por su supervivencia.

Las nuevas tecnologías han mejorado las condiciones y eficacia del científico para seguir los pasos de la gran osa. Algunos dispositivos electrónicos instalados en diferentes partes de su cuerpo permiten escuchar, medir, analizar en detalle e incluso provocar reacciones sin correr los riesgos que implica el no respeto de la distancia de seguridad.

Las nuevas medidas permiten, por ejemplo, intentar limpiar algunas heridas (la violación reciente de la libertad de prensa en China o en Francia), incluso aquellas que aún sangran (criticando de forma directa y masiva la guerra en Irak, o señalando la responsabilidad de aquellos implicados en los genocidios de Rwanda o de la antigua Yugoslavia) sin recibir el mismo zarpazo que hubiera sido inevitable hace apenas unas décadas.

Ciertas medidas de higiene (conciencia écológica) han comenzado igualmente a ser inculcadas gracias a las nuevas tecnologías (principalmente cadena de mensajes, ONGs, prensa en línea y blogs).

La osa podrá ignorar la presencia del observador, pero el observador no puede ignorar que la osa está enferma, que tiene muy malos hábitos alimenticios, que ha sufrido accidentes que han dejado secuelas, y que su vida está constantemente en peligro.
Por cierto, entre los observadores regulares del cielo nocturno, a la osa mayor también se le conoce como "el cazo" (de esos que sirven para cocinar grandes platos) por la forma sartenezca que dibujan sus 7 principales estrellas.

La constelación de la osa mayor ha recibido diferentes nombres a lo largo de la Historia en función de las imágenes que la imaginación del ser humano ha visto en ella. Por ejemplo los árabes veían una caravana, los indios de América del Norte un cucharón o los Romanos bueyes de tiro.

La humanidad, gran osa, caravana, cucharón, cazo o buey de tiro, es un objeto de observación fascinante, en movimiento constante, que se frágiliza con la edad.

¿Tendrán los científicos sociales que resignarse a ser testigos impotentes de una agonía dolorosa y sin remedio, o podrán, con ayuda de las nuevas tecnologías, realizar un estudio más activo que se transformará en terapia intensiva para prolongar su vida ?