Un sabor ácido
Rara vez sé con certeza en qué momento empieza. Siento, vivo, pienso, olvido... en el orden inverso también suele funcionar. Ahora mismo parece que estoy a punto de tenerlo; como un momento que no acaba de llegar, a milímetros de instalarse para tomar toda su forma. La casi perfección más frustrante que cualquier otro estado: una basura microscópica en el ojo frente al más espectacular de los paisajes. Se acelera, se frena, toma un nuevo ritmo, más profesional, no, más divertido, o más romántico... no sé hacia donde mirar y aun así no pierdo la concentración en el hecho de observar (comprender, retener, tratar de no perder el control, asimilar); después podré ignorar. ¿El sabor del aire, o de mi piel? Me alejo de lo dulce, me entristece lo amargo, creo que lo mío es lo ácido. Bajo lentamente, mejor no sentir prisa de nada, aún cuando el tiempo dure diez veces menos de lo que debería. No puedo dejar que un reloj controle mi vida. Recuerdo, sin muchas ganas. ¿Tiene algún sentido la nostalgia? Cada vez se parece más un defecto. Dejo lo vivido en aquel rincón del cerebro donde paseo poco, deja más espacio para jugar.
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