domingo, febrero 13, 2005

Pienso en el sur

Es una cuestión de indentidad. El sur de lejos se vuelve imágenes de luz, tierra digna, gente llena de esperanza, caras que sonrien espontáneamente. Eso somos en el fondo: gente simple que espera la oportunidad de demostrar todo lo que somos capaces de hacer con nuestras vidas, y por supuesto por nuestro planeta que tanto respetamos desde épocas ancestrales. En cuanto al norte, no sabemos con certeza si es más fuente de soluciones que de problemas para el resto de la humanidad. Un buen día la oportunidad está ahí; se cierran las maletas, y se vuelven a abrir para instalarnos en alguna gran ciudad de algún país rico. Nunca es claro si en el momento de abrir la ventana por primera vez, descubrir la majestuosa vista, y decir casi susurrando 'lo logré', nos referimos a la distancia que conseguimos con respecto a una sociedad disfuncional, que en ese mismo instante guardamos en algún rincón no muy ruidoso de nuestros recuerdos, o porque sabemos que algún día regresaremos llenos de ideas, inspiración y visiones listas para ponerse en práctica. Contribuir a los esfuerzos que ya se hacen para darle una nueva cara a nuestra máquina de crear trabajos poco productivos, universitarios desempleados, adolescentes adictos y con nociones poco claras de la legalidad (que probablemente no se adquirirán en el futuro), mujeres reprimidas, ancianos olvidados, gobiernos descaradamente corruptos, y una tal apatía e inconciencia política que vuelven a la democracia un tema de estudio, o de debate estéril, en lugar de una realidad social. ¿Qué nos ha impedido hasta ahora reaccionar? ¿Es posible olvidar que más de la mitad de la gente del sur sobrevive su miseria aliméntandaose del sueño que sus hijos cuenten con las oportunidades que ellos nunca tuvieron? ¿Podemos sentirnos íntegros con nuestros pequeños éxitos personales sin que nuestra visión de un mundo diferente se vuelva el más importante de nuestros objetivos? ¿Qué valemos como especie si cada individuo está únicamente preocupado por su propio bienestar y aquel de sus más próximos? ¿Es normal que cada persona que se dice interesada en contribuir de alguna manera espere que le digan cómo, cuándo y dónde? Es tan fácil soñar con el sur, corrioso y vulnerable, inocente corrupción, jovial en su abandono, desde lejos. Apenas empezamos a hablar de él y por aquí nos quieren tomar por una especie de Guevaras resucitados. El Che nunca puso un pie en el norte, y sobre todo pasó la vida a hacer más de lo que hablaba. Necesitamos todos una buena sacudida.