viernes, marzo 21, 2008

Zanahoria con chile

Leí por ahí que la mayor parte de las pelirrojas buscan a un pelirrojo. Es sabido que las parisinas no son propensas a mezclarse con no parisinos.
Lo común es que europeas que crecieron en familias conservadoras sean desconfiadas con los extranjeros, particularmente con aquellos de países subdesarrollados y machistas.
Las mujeres que se formaron en escuelas de arte procuran mantenerse dentro de círculos de personas con formaciones artísticas o de algún tipo de creación abstracta.
Tu pasión por el Japón antiguo hubiera hecho creer a cualquiera que sólo podrías entenderte con alguien que tuviera bases sólidas en la materia.
Sin embargo, en nuestra realidad fue posible encontrar intereses y valores comunes. Un lazo muy fuerte se formó entre nosotros y nos hizo resistir muchas embestidas internas y externas. Tu, la parisina pequeña burguesa de familia conservadora, estudiante desde la infancia de artes orientales antiguas, y yo, el mexicano idealista y liberal, de paso por tus tierras metido en ciencias políticas, y sin la más mínima idea de las técnicas uchigami que los grandes maestros te enseñaron con tanto recelo en Kyoto. Frente a una montaña de diferencias culturales, familiares y de idioma, estuvimos convencidos durante dos años que estábamos hechos el uno para el otro.
Prolongué mi estancia en Francia para dar forma a un proyecto de vida que se nos escapaba de las manos mucho más seguido de lo que quisiéramos.
Empezamos de cero cien veces. Descubrimos día con día nuevas tácticas de reconciliación, que debían tener tanta ternura como agresivo había sido el percance.
Cada mañana contigo empezó con un bol de té, cuidadosamente escogido en el Palais du thé del cual has sido cliente fiel de toda la vida.
Ya instalados en la mesa con pan tostado, mermeladas, miel y botella invertida de la cajeta que tanto amaste y pedías te trajeran de México, escuchábamos las noticias en el radio. Me encantaba que me hicieras preguntas y abrieras los ojos grandes cuando te contaba el contexto y mi opinión sobre la noticia que te había interesado. De haber encontrado en cada alumno tu expresión de atención, no me hubiera sido posible dejar de dar clases!
Repasábamos los pendientes mientras recogía la mesa y lavaba los platos, y planeábamos nuestra noche con los cepillos de dientes en la boca. Revisabas mi nudo de corbata antes de bajar las escaleras y caminar de la mano hasta la esquina de la rue du Maine, donde nos despedíamos con un beso y una caricia en la cara. Tu caminabas o pedaleabas a tu taller de restauración junto a la iglesia de Alésia, y yo me alejaba hacia Montparnasse por la rue de la Gaîté y la rue d’Odessa. Ese ritual del té-pan tostado/ noticias en la radio /planes para el fin y para algún viaje / resolución de situaciones cotidianas / y a veces mini ajuste de cuentas es de lo más sano que he vivido en cualquiera de mis historias de pareja. Me hacía llegar a la oficina con energías renovadas; con la esperanza que, mientras mantuviésemos ese nivel de comunicación y de complicidad, seríamos capaces de encontrar remedio a cualquier tipo de situación.
Siempre quisimos ser agentes secretos; por ello queríamos ver todo como un entrenamiento. Desde saltos en paracaídas, experimentos mientras escalábamos en roca, paseos por las catacumbas, el trapecio volante, el buceo en mar abierto, las fotos en ráfaga con teleobjetivo, patrulleos en moto, nuestros cortometrajes, nuestros códigos, y sobre todo nuestras técnicas de engañar vendedores cuando lo requeríamos.
En cualquier país que visitamos encontrábamos algún reto que nos hacía tararear juntos en voz baja el tema de misión imposible, como gesto de confianza mutua. Cada anécdota del estilo nos haría reír mucho después puesto que generalmente nos salíamos con la nuestra.
Tu eras la zanahoria, aún lo eres. Ma carotte volante. La que se esforzó cada día en esconder sus miedos. Yo soy tu chile, el que se esforzó cada día en esconder su machismo.