Del alma, la mente y el cerebro
Desde hace miles de años la humanidad se pregunta si tenemos un alma capaz de sobrevivir al cuerpo. Este legendario debate llega hasta nuestros días. Algunos tenemos clara la historia en un sentido; otros, la mayoría, están convencidos de la versión opuesta.
Los primeros creemos que el alma, cuya definición es vaga y no tiene nada de científica, es simplemente un subconjunto de estados mentales que involucran sentimientos y emociones, los cuales a su vez son un subconjunto de los procesos neuronales, todos regidos por el sistema nervioso central y condimentados por la actividad hormonal propia de cada individuo en un momento dado.
Ni la mente ni el alma tienen entonces la capacidad de existir fuera del cuerpo como los segundos pensarían al hablar de reencarnación, más allá, paraisos e infiernos, almas en pena, etc. El cerebro portaría a la mente (evitemos el término alma por su vaguedad y en el sentido que no seria más que un componente de la mente) no como a una sustancia que se aloja en él, sino como al flujo de actividad neuronal permanente que únicamente es explicable a través de la misma dinámica y no podría ser capturado, transmitido o fotografiado para buscar inmortalizar de alguna manera la personalidad, carácter, pensamientos o sentimientos que representa el individuo en cuestión.
Suena triste para aquellos que contaban con una recompensa en otra vida conservando algunos rasgos de ésta, como la memoria, sensibilidad, filosofía o lo que fuera que se quisiesen llevar como rasgo individual. Pero es muy optimista para aquellos que, buscando entender su personalidad, mejorar sus actitudes, corregir sus defectos o tan sólo crecer espiritualmente, se dan cuenta que no se requiere haber sido un emperador en otra vida para explotar de formas inimaginables el potencial de nuestro cerebro y sus cientos de miles de millones de neuronas en actividad constante y con una capacidad de comunicar entre ellas totalmente perfeccionable a través de equilibrios neuroquímicos que están en nuestras manos, y no precisamente ingiriendo drogas sintéticas o dañinas, sino a través de pensamientos creativos, visionarios, vinculantes y armoniosos.
La explicación de los efectos del pensamiento en la actividad del sistema nervioso y por añadidura en el funcionamiento del cuerpo en general, así como el método más adaptado a cada personalidad para conseguirlo lo dejo a la curiosidad, entusiasmo y espíritu de búsqueda del lector.
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