Maquillaje moral
Los disturbios emocionales pueden, en muchos casos, ser originados por circunstancias completamente ordinarias, aún cuando generalmente suelen ser interpretados en términos diferentes. El manejo adecuado de cada uno de los conflictos emocionales constituye un reto de sensibilidad humana que hace que un determinado momento se extraiga por completo del entorno para constituir únicamente la emoción que se intenta controlar, amortiguar, o por lo menos aceptar. La situación se podría dividir en varias etapas, algunas menos divertidas que las otras. De entrada hay una fase en donde el todo no es más que una dosis de la intensidad que la vida nos ofrece, y por ello no hay actividad más digna de todas nuestras energías y cada uno de nuestros pensamientos. Luego entra un efecto peligroso donde una carga de falsedad empieza a sentirse en cada una de las posiciones que adoptamos hasta llegar al punto de tener la impresión de vivir una gran mentira. ¿En dónde acaba lo que en realidad estamos viviendo para empezar lo que tenemos ganas de vivir?, ¿Hasta qué punto nos estamos contando interpretaciones torpemente adaptadas a los hechos que alcanzamos a percibir, de manera en que nuestro papel se mantenga digno de nuestras expectativas y nuestro cause no tenga que ser completamente desviado para recuperar el sentido de nuestras acciones? Estas dos etapas, alternadas, pueden servir de cierta forma como una peculiar distracción. La consecuencia es el olvido que hay etapas más avanzadas con las que tarde o temprano tendremos que lidiar. Entre la euforia de una vida emocional excitante y el desengaño de realizar que los hechos no corresponden completamente a las versiones que minuciosamente habíamos creado en nuestra cabeza para contarnos versiones maquilladas de nuestras propias vivencias, una y otra vez, hasta que sean divertidas o por lo menos de cierta forma moralmente justificadas, se nos puede ir la oportunidad de interiorizar la vivencia. Si logra ser despojada de todo pensamiento, en su forma de golpe psico-emocional puro, la vivencia es capaz de crear una serie de reacciones inconscientes que lleven a una verdadera evolución de percepción y a una nueva expectativa de reacción natural a futuras circunstancias análogas. Dicho de otra forma, antes de que dicha interiorización de los acontecimientos se realizada por completo, lo único que se puede esperar como huella de lo vivido es un discurso listo para ser utilizado únicamente como justificación en las futuras repeticiones de la emoción, y las reacciones correspondientes. Ello no implica que se pueda esperar una nueva sensibilidad capaz de enfrentar el choque como una persona diferente, en el sentido que las oportunidades, e incluso las causas, formas y maneras del dolor, tendrán otro sentido. En cambio, es posible esperar que tal interiorización conducirá a su vez a fases distintas en la evolución de la personalidad, vista como el flujo de formas intelo-sensitivas que permiten a un individuo experimentar el mundo interno y externo en cada momento conciente.
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